Preámbulo
Antes de comenzar a estudiar el capítulo nueve del libro de Daniel. Y tomando en cuenta que ya estudiamos los primeros ocho capítulos del libro; podemos ahora hacer una correlación entre los sueños del capítulo 2 con las visiones del capítulo 7. Y además podemos hacer una comparación entre el cuerno pequeño del capítulo 7, con el cuerno pequeño del capítulo 8.
A continuación un cuadro con dicha información, basado en la información tomada de la Biblia de Estudio Siglo XXI.
Espero que los cuadros anteriores le hayan servido para aclarar cualquier duda, entorno a estos dos tópicos.
Introducción al capítulo nueve
En este estudio del capítulo nueve de Daniel, vamos a ver un tema que es muy conocido, o al menos la mayoría lo habrá oído mencionar alguna vez. Se trata de la profecía de las setenta semanas, también conocidas como las setenta semanas de Daniel. Para muchos expositores bíblicos, este capítulo nueve, es el principal del libro. Y también lo consideran uno de los más importantes capítulos de la Biblia. El capítulo presenta dos temas: la oración y la profecía. Este capítulo es considerado, dentro de los diez principales capítulos en torno al tema de la oración, y también, es considerado dentro de los diez principales capítulos en el tema de profecía bíblica.
Daniel se caracterizó por tener una vida de oración. En el libro encontramos referencias a esto, pero este capítulo es sin duda, la culminación de esa vida de oración. La primera mitad del capítulo trata de la oración de Daniel, intercediendo por su pueblo Israel, y pidiendo perdón a Dios por todo el pecado del pueblo. Reconociendo además la justicia de Dios en el castigo dado a Israel.
La segunda mitad del capítulo, trata sobre la profecía de las setenta semanas, que están determinadas como juicio sobre Israel.
Daniel se caracterizó por tener una vida de oración. En el libro encontramos referencias a esto, pero este capítulo es sin duda, la culminación de esa vida de oración. La primera mitad del capítulo trata de la oración de Daniel, intercediendo por su pueblo Israel, y pidiendo perdón a Dios por todo el pecado del pueblo. Reconociendo además la justicia de Dios en el castigo dado a Israel.
La segunda mitad del capítulo, trata sobre la profecía de las setenta semanas, que están determinadas como juicio sobre Israel.
Daniel al estudiar las profecías de Jeremías, hace un descubrimiento, sobre el propósito de Dios para el pueblo judío. Esto ocurrió durante el primer año del reinado de Darío, hijo de Asuero (no confundir con el rey persa mencionado en el libro de Ester). Nótese que este descubrimiento hecho por Daniel, no le llegó en una visión, sino estudiando la revelación ya dada al profeta Jeremías. De aquí la importancia para nosotros de hacer lo mismo. Dios nos permite ver su voluntad, al estudiar las profecías ya reveladas por Él a los profetas bíblicos.
Inicio de capítulo nueve
"En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.". Daniel 9:1-2
El texto anterior nos ubica en la historia, como ya lo mencioné, en el primer año del reinado de Darío, hijo de Asuero; rey de los caldeos. Daniel estudia las profecías y descubre que el profeta Jeremías, contemporáneo suyo, pero de mucho más edad, había profetizado sobre el cautiverio de Israel en Babilonia. La profecía decía que, las naciones conquistadas por Nabucodonosor, servirían a Babilonia por setenta años.
Profecía de Jeremías
"Palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá en el año cuarto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el año primero de Nabucodonosor rey de Babilonia; la cual habló el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a todos los moradores de Jerusalén, diciendo: Desde el año trece de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, que son veintitrés años, ha venido a mí palabra de Jehová, y he hablado desde temprano y sin cesar; pero no oísteis. Y envió Jehová a vosotros todos sus siervos los profetas, enviándoles desde temprano y sin cesar; pero no oísteis, ni inclinasteis vuestro oído para escuchar cuando decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y moraréis en la tierra que os dio Jehová a vosotros y a vuestros padres para siempre; y no vayáis en pos de dioses ajenos, sirviéndoles y adorándoles, ni me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos; y no os haré mal. Pero no me habéis oído, dice Jehová, para provocarme a ira con la obra de vuestras manos para mal vuestro. Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: Por cuanto no habéis oído mis palabras, he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua. Y haré que desaparezca de entre ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz de desposado y la voz de desposada, ruido de molino y luz de lámpara. Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años." Jeremías 25:1-11
Dios le había dado tiempo a Israel para arrepentirse. Durante veintitrés años, Dios estuvo enviando mensajes al pueblo mediante los profetas. El mensaje era: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras. Había una bendición si obedecían, pero el pueblo no escuchó. Por lo tanto, la ira de Dios vino sobre Israel y los pueblos vecinos. Dios utilizó a Nabucodonosor (como estudiamos al inicio del libro) para cumplir su propósito. Cuando Daniel leé esta profecía, entiende el castigo que ha caído sobre su pueblo y reconoce que Dios es justo, pues Israel no cumplió con los mandamientos y decretos de Dios, rompiendo así el pacto.
La oración de Daniel por su pueblo
"Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas." Daniel 9:4-5
La oración de Daniel, constituye el mayor ejemplo de oración del Antiguo Testamento. Daniel derramó su corazón ante Dios, en confesión por los pecados de Israel. Daniel expresó: "Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza". Esta forma de orar, en ayuno, cilicio y ceniza, demuestra el grado de arrepentimiento y humildad, con la que Daniel se presenta ante Dios, para confesar el pecado de Israel. Vemos el orden que sigue Daniel en su oración. En primer lugar, reconoce quien es Dios, le adora y alaba y de seguido, confiesa que el pueblo ha pecado y cometido iniquidad. Se han comportado impíamente, han sido rebeldes y se apartaron de los mandamientos y ordenanzas de su Dios.
"No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra." Daniel 9:6
Seguidamente, Daniel reconoce que el pueblo, no obedeció a las advertencias dadas por los profetas. Mensajes enviados a los reyes de Israel, y a sus príncipes. Mensajes dados a los padres y a todo el pueblo, por parte de Dios.
"Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy lleva todo hombre de Judá, los moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti. Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos." Daniel 9:7-8Después de reconocer la culpa de Israel, Daniel acepta la justicia de Dios y la vergüenza que el pueblo lleva, por su rebelión contra Dios y su pecado.
"De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado, y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra él pecamos. Y él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén. Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad." Daniel 9:9-13
Ahora Daniel declara, que la misericordia y el perdón son de Jehová su Dios. A pesar de haberse rebelado contra Dios, y no obedecerle. Reconoce que todo Israel traspasó la ley de Dios y no obedeció su voz. Ya Moisés les había declarado las consecuencias de apartarse de Dios. Las maldiciones que recibirían si iban en pos de otros dioses. Daniel está claro, que todo el mal que recibieron fue conforme a lo escrito en la ley de Moisés. Y que sabiéndolo, no imploraron el favor de Jehová su Dios, ni se arrepintieron de sus maldades.
"Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos a su voz. Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente. Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro." Daniel 9:14-16
Daniel reconoce que el juicio de Dios sobre su pueblo Israel, es justo. Que lo acontecido es fruto de la desobediencia del pueblo. A pesar de haber conocido la forma en que Dios, les sacó de Egipto, con mano fuerte y poderosa. Y haberles dado un nombre y convertirlos en una nación en la tierra que Él les dio. El pueblo no cumplió con el pacto, pecando contra su Dios. Ahora Daniel clama que el juicio, la ira y el furor de Dios sobre la ciudad santa de Jerusalén, y el monte de Sión, se aparte.
"Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo." Daniel 9:17-19
Finalmente Daniel pide a Dios que escuche su oración y sus ruegos, que Dios haga resplandecer su rostro sobre el santuario asolado. Que incline su oído y abra sus ojos, y mire la desolación tanto del pueblo como de la ciudad. Ahora Daniel aclara que sus ruegos no se basan en la justicia propias, sino en las muchas misericordias del Señor. Pide perdón y ruega que el Señor no se tarde, por amor de Él mismo, por su nombre que es invocado sobre la ciudad y sobre su pueblo.
Dios escucha la oración de Daniel
"Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento." Daniel 9:20-22
Estando Daniel derramando su corazón ante Dios, en su oración intercesora y confesando los pecados del pueblo, es enviado de parte de Dios el arcángel Gabriel. Éste viene para explicarle a Daniel y darle sabiduría y entendimiento. La profecía de Jeremías hablaba del juicio de Dios hacia su pueblo, mediante el exilio a Babilonia. La profecía dice que por 70 años estarían en el exilio. Pero no eran 70 años normales, sino 70 años sabáticos, o sea, 70 veces 7, en otras palabras 490 años.
La profecía de las 70 semanas
"Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos." Daniel 9:23-24
El texto bíblico nos enseña que, desde que Daniel empezó su oración, fue dada la orden a Gabriel para que fuera a enseñarle a Daniel el verdadero significado de la profecía. Es interesante notar que, el ángel le dice a Daniel, que es muy amado. Entendemos que Daniel era muy amado en el cielo, a pesar de que Daniel se confesó pecador en su oración, vemos que Dios le amaba. Si bien es cierto que Jesús no había venido aún a la tierra, la Biblia nos enseña que la salvación es por fe y Dios nos ama en Cristo Jesús.
"Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá." Romanos 1:17
"Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros." Romanos 4:16
Entonces, antes de Jesucristo, la salvación era por fe en la promesa del Mesías, o sea la fe de Abraham. Después de Jesucristo, la salvación es por fe en el Mesías que ya vino. Tanto aquellos, como nosotros tenemos la misma fe, pues ni ellos, ni nosotros, vimos a Jesús.
Continuando con la profecía de las setenta semanas, Gabriel le explica a Daniel; que el juicio sobre Israel está determinado en setenta semanas, no solo sobre el pueblo, sino también sobre la santa ciudad (Jerusalén). Gabriel indica que estas setenta semanas, tienen seis propósitos:
- Terminarán la prevaricación (faltar conscientemente al deber)
- Pondrán fin al pecado.
- Expiarán la iniquidad.
- Traerán la justicia perdurable.
- Sellarán la visión y la profecía.
- Ungirán al Santo de los santos.
Analicemos el párrafo anterior.
Daniel al leer la profecía de Jeremías, interpretó que el exilio de su pueblo sería de setenta años, y que al final de ese periodo, el pueblo retornaría a su tierra y se restablecería el reino de Israel con el Mesías. Gabriel aclara a Daniel, que Dios había establecido no setenta años, sino setenta semanas, entendiéndose que eran semanas de años, o sea, como ya lo mencioné, cuatrocientos noventa años de exilio. Ahora bien, en el versículo 24, Gabriel dice: "para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos." Pero esto se cumplirá al final de las setenta semanas, lo cual sucederá hasta la Gran Tribulación. Luego explico esto, vamos a continuar con el texto bíblico.
"Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones." Daniel 9:25-26
Aquí hay que poner mucha atención a lo que Gabriel le explica a Daniel. Primero habrá una orden para restaurar y edificar a Jerusalén. Esta orden se dio el 14 de marzo del 445 a. de J.C. mediante el decreto de Artarjerjes dado a Nehemías. (ver Nehemías 2 - el mes de Nisán corresponde a marzo/abril). Desde esa fecha hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas. Notemos la separación que hace Gabriel de tiempos. Primero dice que habrá siete semanas, en otras palabras cuarenta y nueve años, esto fue lo que se duró en la reconstrucción de Jerusalén. Este periodo de tiempo nos lleva a la época del profeta Malaquías, quien fue el último profeta del Antiguo Testamento. Después del profeta Malaquías, hubo un periodo de silencio de parte de Dios. Cuatrocientos años pasaron hasta que Dios, volvió a enviar un mensajero de su parte. Este periodo de tiempo se le conoce como los cuatrocientos años de silencio. Después de las siete semanas, vienen sesenta y dos semanas, equivalentes a cuatrocientos treinta y cuatro años. Lo que nos lleva al periodo del Mesías. Estudios han determinado que, las sesenta y nueve semanas terminan, exactamente el día en que Jesús entró a Jerusalén, manifestándose públicamente como el Mesías (10 de Nisán (6 de Abril) del año 32 D.C.)
Después de este acontecimiento, de Jesús entrando a Jerusalén; donde se termina la semana sesenta y nueve, se abre un paréntesis. Una nueva dispensación es insertada en la historia. La dispensación de la gracia da inicio. Durante esta dispensación, se dan dos acontecimientos importantes:
1.- La muerte del Mesías profetizada por Gabriel. Lo cual se cumple con la crucifixión de Jesús.
2.- La destrucción de Jerusalén, por el general romano Tito, en el año 70 D.C. Profetizado también por Gabriel cuando dijo: "y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario." (aclaro que este no es el personaje final de esta profecía, ya que Tito fue un tipo de anticristo. El cumplimiento final, será con el anticristo)Este paréntesis abierto, corresponde al periodo de la Iglesia. Entonces, el reloj de Dios se detuvo. Las setenta semanas determinadas para el juicio de Israel y las naciones se pausó. Por lo tanto, la semana setenta escatológica correspondiente al periodo final, aún no se ha cumplido. Esta semana no sigue cronológicamente a las previas semanas. Se proyecta hacia el futuro.
La semana setenta
"Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador." Daniel 9:27
La división que hizo el arcángel Gabriel de: siete semanas, sesenta y dos semanas y otra semana. Esta última semana, es la semana setenta faltante. Ya se han cumplido las sesenta y nueve semanas de juicio. La semana pendiente tendrá su cumplimiento al final de los tiempos. Ésta corresponde a la semana de la Gran Tribulación. En esta semana, la profecía del príncipe de un pueblo que ha de venir, la cual se refiere al cuerno pequeño del capítulo siete que ya estudiamos, o sea la bestia del capítulo 13 de Apocalipsis; se manifestará.
Como dice el texto de Daniel 9:27 (arriba), durante esta semana se confirmará el pacto con muchos. Esto hace referencia al pacto de paz que el anticristo confirmará, con Israel y Palestina y los países árabes. A la mitad de la semana, o sea a los tres años y medio, el anticristo romperá el pacto.
El rapto de la iglesia
Antes de que inicie a semana setenta, se debe cerrar el paréntesis abierto de la dispensación de la gracia. Este cierre se dará con el rapto de la iglesia.
"Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios." 2 Tesalonicenses 2:1-4
En el texto anterior, el Apóstol Pablo menciona a la iglesia de Tesalónica, que no se dejen engañar sobre la venida del juicio por parte de Dios (día del Señor). Para que esto acontezca, primero se debe manifestar el hombre de pecado, el hijo de perdición (el anticristo).
"Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos." 2 Tesalonicenses 2:6-10
El texto anterior hace referencia a un poder que está deteniendo que el poder del anticristo se manifieste. Ese poder es el Espíritu Santo que mora en los corazones de los creyentes, según lo prometido por Jesús antes de ascender al cielo. Pablo manifiesta que este poder va a ser quitado y entonces se manifestará el inicuo, cuyo advenimiento es por obra de Satanás. Vendrá con poder y señales y prodigios mentirosos. Engañará a los que se pierden por no haber recibido el amor de la verdad, esto es a Jesucristo. Este poder será quitado de la tierra en el rapto de la Iglesia. El Espíritu Santo, como Dios que es, estará presente en la tierra, pero sin actuar. Ya que Él actuaba en la tierra mediante los creyentes que conformaban la Iglesia.
Conclusión
Gabriel termina diciendo que el desolador permanecerá con sus abominaciones, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador. Al final de la Gran Tribulación, Jesucristo aparecerá y echará al anticristo y al falso profeta en el lago de fuego y Satanás será atado por mil años. (Apocalipsis 20)
Las setenta semanas de juicio sobre la nación de Israel y las naciones gentiles, se cumplirán con el cierre de la semana setenta, durante la Gran Tribulación. Así se cierra el círculo del periodo de juicios para Israel profetizados por Jeremías y Daniel.
Con esto terminamos de estudiar el capítulo nueve de Daniel. Próximamente estaremos estudiante el capítulo 10, que es la introducción al capítulo once, y veremos lo relacionados que están con el libro de Apocalipsis. Hasta entonces, bendiciones!!