Primera Epístola del Apóstol Juan
Introducción
- El movimiento gnóstico, el cual fue desarrollado en el siglo II, y que estaba en este momento dando sus primeros pasos. Basado en la filosofía platónica que prometía a sus seguidores conseguir un conocimiento intuitivo, misterioso y secreto de las cosas divinas que les conduciría a la salvación. El gnosticismo es una doctrina religiosa esotérica y herética que se desarrolló durante los primeros siglos del cristianismo. Este movimiento dio origen a un pensamiento que sostenía tener un conocimiento especial sobre otros, el cual se centraba sobre el concepto de la bondad esencial del espíritu, y la maldad de la materia. Esto trajo problemas con la encarnación de Cristo, pues si toda materia es maligna, entonces Jesús no podría haber tenido un cuerpo. Para lidiar con este asunto, el movimiento gnóstico adoptó dos posiciones; la primera el docetismo, que decía que Jesús aparentó tener un cuerpo, pero que realmente era un fantasma. Juan entonces abarca este tema en su primer capítulo de la Epístola. La segunda es el gnosticismo cerintio, llamado así por Cerintio de Efeso, un fuerte opositor de Juan. Este movimiento enseñaba que el Cristo Divino descendió sobre el Jesús humano, en el bautismo de éste último; pero que le dejó antes de la crucifixión de Jesús. El Apóstol Juan trata sobre el tema de la deidad de Cristo en su evangelio y en esta Epístola trata sobre la humanidad de Jesús.
- La seguridad de la salvación, es el segundo tema que Juan toca en su Epístola, reafirmando la posición del creyente en Cristo.
- El tercer tema que abarca Juan en su carta, es relacionado con el amor del creyente.
- Finalmente Juan toca el tema relacionado con la conducta del cristiano. El gnosticismo no solo tenía problemas con el cuerpo de Cristo, sino que también veía una dificultad ética con el cuerpo humano. Esto dio origen a dos posiciones; la primera llamada ascetismo, que es el ejercicio y práctica de un estilo de vida austero y de renuncia a placeres materiales con el fin de adquirir unos hábitos que conduzcan a la perfección moral y espiritual. La segunda posición se conoce como el antinomianismo, la cual enseñaba que el hombre no estaba sujeto a la ley moral de los mandamientos. Según esta posición, las actividades del cuerpo no tenían relevancia. Lo que originó una vida licenciosa desenfrenada. Con esta Epístola, Juan hace un rechazo de ambas posiciones, pero en especial hacia el antinomianismo.
La palabra de vida
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido." 1 Juan 1:1-4
El apóstol Juan inicia su Epístola, sentando el fundamento de lo que será su argumento en relación con la humanidad de Jesús. Juan se presenta como un testigo de haber oído, visto y palpado lo referente a la humanidad y deidad de Jesucristo. Manifiesta claramente que Jesús es el Verbo de vida, y que estaba con el padre desde la eternidad. Con este argumento inicial, Juan pretende dejar en claro la verdad con respecto a la encarnación de la segunda persona de la Trinidad; y así refutar la posición de los gnósticos, que como mencioné en la introducción, enseñaban que Cristo no se encarnó, sino que aparentó tener un cuerpo. Juan podía atestiguar el haber palpado a Jesús, demostrando que no era ningún fantasma o aparición; Jesús era verdaderamente humano.
Dios es luz
"Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él." 1 Juan 1:5
Ética cristiana
"Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." 1 Juan 1:6-7
La Biblia como faro de luz
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros." 1 Juan 1:8-10
Para andar en la luz, debemos estar en comunión con Dios; para esto es necesario tener el hábito de la lectura de la Biblia y la oración. La Biblia es el faro que alumbra nuestro sendero y nos muestra el pecado, para que nos alejemos de él. La Biblia también nos muestra la voluntad de Dios para que la obedezcamos. Juan declara que el cristiano no debe andar en el pecado, sin embargo, esto no quiere decir que estamos exentos de pecar, por lo tanto, decir que no tenemos pecado, es engañarnos a nosotros mismos. No reconocer el pecado en nosotros es mentir y esto impide que tengamos comunión con Dios. Por lo tanto, Juan exhorta a confesar el pecado y a tener la seguridad de que seremos perdonados y que seremos limpiados de toda maldad.
Cristo, nuestro abogado
"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo." 1 Juan 2:1-2
El aceptar a Cristo como nuestro Señor y Salvador, al haber confesado nuestros pecados delante de Él, nos da el nuevo nacimiento en el Espíritu. Este nuevo nacimiento, nos hace nuevas criaturas y Pablo nos dice que las cosas viejas pasaron.
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." 2 Corintios 5:17
Este nuevo nacimiento no nos hace perfectos, pero sí libres de la esclavitud del pecado; ahora, esto no quiere decir, como ya lo mencioné anteriormente, que estemos exentos del pecado. Pero Juan nos dice que si pecamos, tenemos a Jesucristo como nuestro abogado delante del Padre. Y esto gracias a que Cristo es nuestra propiciación por nuestros pecados, y por los de todo el mundo.
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